Pensado desde hoy, es algo bastante sorprendente porque significa un esfuerzo energético y económico muy importante. Solo hay que imaginar los trenes y barcos trayendo al puerto miles de toneladas de piedra extraida en Tandil o algo de la Isla Martín Garcia.
Esta cita nos puede ayudar a visualizarlo "En 1907, sólo el Ferrocarril del Sud había transportado 211 mil toneladas destinadas a Buenos Aires, cifra que al año siguiente había aumentado a 257.000 y en 1909 a 328.000. la sed de adoquines que experimentaba Buenos Aires parecía insaciable (1).
Han pasado ya muchos años desde que no se hacen empedrados en Buenos Aires y hace rato también que empezaron a desaparecer tapados por el asfalto o remplazados por el hormigón. Sin embargo los empedrados de Buenos Aires son parte de su identidad, de su cultura, es por eso y por la lucha de muchos vecinos, que existen alguna leyes que los protejen e impiden su extracción.
Caminando el último sábado por la Reserva Ecológica (RECS) encontramos el destino final de muchas de estas piedras, extraídas de alguna calle porteña, volcadas desparejas y desordenadas como improvisada defensa costera frente al Río de la Plata.
La Ciudad las ha extraído, las ha acarreado desde lejos, las ha usado en sus calles y ahora las deja desamoradamente frente al río. Quizas no sea un mal destino para ellas, pero hay algo sobrecogedor al verlas. Una especie de tristeza por su periplo y su final, que me conmovió para escribrir estas lineas.
1) Nario, Hugo: "Los picapedreros", Tandil, Editorial del Manantial, 1997, pág.67
No hay comentarios:
Publicar un comentario